lunes, 19 de junio de 2017

El mercado conceptual


Al igual que en el Arte Conceptual la obra cede todo su valor a las ideas que provoca, en el mercado conceptual, los objetos, bienes y servicios dejan de tener valor en si mismos y lo ceden a las ideas, sentimientos y conceptos que son capaces de generar.
Tradicionalmente, las mercancías adquirían su valor en la medida que satisfacían necesidades perentorias, o no, en función de la cantidad de mano de obra que acumulaban en su proceso de manufactura. Sin embargo, en la actualidad, y a través de un proceso paulatino de degeneración en el seno de las sociedades de consumo, cuyo primer paradigma bien pudiera ser la Coca Cola, los bienes y servicios pierden su valor como tales. Ya no se demandan para cubrir necesidades, sino en la medida que son capaces de generar satisfacción mental y/o sentimental a los consumidores.
No es lo mismo tomarse una Coca Cola en un bar de barrio que en un local de moda. El artículo es el mismo, pero no produce la misma sensación de felicidad y armonía con el mundo. Tampoco cuesta lo mismo.
Algo similar sucede con la ropa, aunque el fenómeno sea menos transparente. Antes, sobre todo las mujeres, eran capaces de valorar la calidad de un tejido, el corte y la confección de una prenda, etc... y estos eran los aspectos fundamentales en la elección de compra, junto al precio. En la actualidad se valora, principalmente, la capacidad de la prenda para proporcionarnos sensaciones placenteras, como, por ejemplo, hacernos sentir miembros admitidos en un status social al que creemos o queremos pertenecer. En este sentido, el momento de adquisición del producto también forma parte de este proceso de acumulación de valor. Al igual que con la Coca Cola, el valor del artículo varía en función del local comercial y el modo en que se adquiere. La compra debe ser una experiencia que nos proporcione satisfacción per se y no en función de los beneficios que el artículo comprado nos proporcione.
Otro tanto podría decirse del mercado alimentario, en el que ya no basta con que un artículo nos alimente y deleite, sino que, además, debe hacernos sentir que proporciona beneficios extraordinarios para nuestra salud, aunque estemos sanos, y no sea tan beneficioso.
Se podría seguir enumerando ejemplos: los coches, electrodomésticos, teléfonos, etc...pero creo que el concepto está esbozado. El Mercado Conceptual vende sensaciones, no productos. La cuestión está en cómo evolucionará después de la crisis, cuando termine, si alguna vez lo hace...

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