jueves, 21 de julio de 2016

El cliente, un tesoro o un pagafantas


Se habla mucho de las necesidades de recicleje que tenemos los comerciantes educados a la vieja usanza. Te invitan a cienes y cienes de cursillos de marketing, e-commerce, branding, merchandising, fidelización, etc... Y no seré yo quien vaya a discutir la importancia de una formación continua para todas las profesiones, incluída la mía. El mundo cambia a tal velocidad que quien no esté minimamente al tanto de cómo funciona, terminará por quedarse fuera de él. Sin embargo, tengo la impresión de que no nos lo explican todo...
A mí me gustaría saber qué clase de tipo de mercadotecnia es el que aplican las compañías de telefonía. Parece una regla básica de cualquier estrategia mercantil la de intentar fidelizar al cliente. Es una intención antigua, vale, pero no consigo aceptar que esté obsoleta o desfasada. Y sin embargo, a las telefónicas les resbala totalmente, por lo que debe de existir algún secreto inconfesable que guardan celosamente, porque lo que es indudable es que les va bien. A las compañías, digo.
Lo clásico siempre ha sido intentar beneficiar al buen cliente, aunque solo fuera por agradecer su lealtad. Hubo tiempos en que, cuando iban a salir ofertas, incluso se avisaba a los clientes más fieles para que fueran los primeros en aprovechar los descuentos y así pudieran elegir entre un stock más amplio que el cliente ocasional. Pero bueno, esto es de cuando las ofertas y rebajas eran de verdad.
Pues bien, las compañías de telefonía actúan en dirección totalmente contraria. Si ya eres cliente no puedes acogerte a las mejores ofertas. Están reservadas para clientes nuevos. En definitiva, están primando que el consumidor cambie y cambie de compañía hasta encontrar alguna que le trate bien. Y lo más curioso es que esto nunca ocurre, aunque siguen forrándose. Las compañías de telefonía, digo.
Así que, cuando uno lleva cuarenta años como cliente de la misma empresa, tiene un terrible complejo de pagafantas. Y lo es.

lunes, 18 de julio de 2016

El dilema playero: ¿Qué toalla elegir?


Estamos en pleno período vacacional y la playa es uno de los destinos más solicitados en estas fechas de verano. Hasta hace poco, el problema fundamental a la hora de pensar en nuestra toalla de playa, aparte del diseño más o menos bonito o la posibilidad de usar la típica toalla publicitaria, la única diatriba estaba en su tamaño; Es un aspecto en el que influye tanto su comodidad de uso, cuanto más grande mejor, como la dificultad de su transporte, cuanto más grande más bulto en la bolsa de playa.
Desde hace unos años, el problema del tamaño dejó de ser prioritario con la aparición de los kikoys, que combinan un considerable tamaño con su ligereza de transporte. Ya no es un problema acaparar un espacio considerable de playa para nosotros, con su metro de anchura y casi dos de largo, podemos reservarnos una notable parcela de terreno para poder expansionar nuestro cuerpo al sol sin miedo a las desagradables avalanchas de arena que intrépidos transeuntes nos lancen sin consideración alguna. Para los más exigentes, incluso existen tamaños familiares de proporciones mayores.
Sin embargo, parece que estas medidas no eran suficientes para todos, o bien ya no sabemos lo que inventar, y este año se han puesto de moda las toallas redondas. Sí, como lo leen. Son toallas de 1,80 de diámetro, con lo que la apropiación de espacio arenero ha roto todos los esquemas conocidos. Con una sola toalla se consigue la ocupación de espacio para la que antes se precisaban un par de toallas de tamaño regular. Esperemos que las esperadas e inevitables quejas de otros usuarios, afectados por tamaña usurpación territorial, consigan alertar a las autoridades playeras y se termine por prohibir el uso de este tipo de toallas informes y desconsideradas en los recintos playeros.
¡¡¡Por unas toallas de playa paralelográmicas!!!

jueves, 14 de julio de 2016

Ese diseño urbano loco


Estamos acostumbrados a ver de casi todo en nuestras ciudades. Desde señales de tráfico que ocultan semáforos, hasta aceras que nadie utiliza porque es mucho menos costoso atravesar el jardín que han puesto justo en el medio del tránsito natural de los peatones. He conocido parques de diseño oriental que precisaban del desarraigo de encinas y otros árboles centenarios porque no cuadraban con el diseño del japonés de turno; y he conocido cómo se han tenido que volver a plantar árboles en el mismo parque porque nadie se atrevía a pasear por él cuando calentaba el sol. He visto jardines en los que los bancos eran de uso individual y para personas de trasero escurridizo. He visto puentes intransitables cuando llueve... e incluso aeropuertos sin protección frente a las inclemencias del tiempo en la sala de espera. En fin, que había visto de casi todo en diseño urbano, pero lo de esta foto supera todos los límites del despropósito. porque ya no es solo que no se piensa en el usuario cuando se realiza el diseño, es que tampoco las autoridades se preocupan lo más mínimo en el mantenimiento de su propio mobiliario urbano para hacer la vida de los ciudadanos un poco menos difícil de lo que ya es.
Y lo peor del caso es que, si ocurriera el caso de que alguien se atreviera, o atreviese, a podar los cactus "motu propio", seguramente se encontraría con una buena multa de parte del diligente guardia urbano de turno, que para estas cosas sí que se acuerdan del pobre y sufrido viandante.
En fin, que no somos nada, al menos para la autoridad y los diseñadores urbanos que, al menos, deberían leer alguna vez la Wikipedia:
"El diseño urbano está orientado a interpretar la forma y el espacio público con criterios físico-estético-funcionales, buscando satisfacer las necesidades de las comunidades o sociedades urbanas, dentro de una consideración del beneficio colectivo en un área urbana existente o futura, hasta llegar a la conclusión de una estructura urbana a seguir."

lunes, 11 de julio de 2016

El despertador que te hará levantar de la cama, o no

Los que tenemos el sueño profundo sabemos de los peligros que tiene el confiar nuestra suerte a un despertador convencional si queremos estar seguros de levantarnos a la hora prevista de la cama.
Cuantas veces hemos apagado el despertador y al despertarnos, una hora más tarde, no somos conscientes de que haya sonado, culpando al pobre aparato de funcionar mal o, sencillamente, de no funcionar. Bien es cierto que, alguna otra vez, queremos recordar, como entre una nebulosa, que, a lo mejor, quizás, tal vez, sí sonó, pero lo apagamos con el firme propósito de levantarnos enseguida, pero igual, luego, se nos olvidó.
En fin, con el sistema que nos proponen en este vídeo, ya no valen disculpas similares a estas para seguir durmiendo como si tal cosa. El maquiavélico reloj despertador no sólo emite sonidos estridentes, sino que, además, escapa de nuestro alcance para que no nos sea posible apagarlo desde la cama y se pone a correr por la habitación como alma que lleva el diablo, con lo que, o te levantas, o el artefacto no dejará de sonar hasta que se le acaben las pilas ¡¡Vaya mala leche que tiene el novedoso aparatito!!
Parece imposible no despertarse con semejante artefacto incordiando nuestros sueños. Sin embargo, el artilugio no ha previsto el caso más grave reconocido en el universo onírico: el de aquellos que somos capaces de incorporar el sonido del despertador a nuestros sueños, con lo que puede estar sonando hasta el infinito y más allá, corriendo como un poseso por la habitación, que, o sale por la puerta y despierta a otro habitante, o nosotros seguiremos tan felices en brazos de Morfeo hasta que se rinda por inanición o aburrimiento.