Una ventana es un nexo de comunicación entre el espacio público y el privado. Es un escaparate desde el que asomarnos a todo el espectáculo que la calle nos ofrece. Es una forma de asomarnos al mundo y vivirlo, pero sin participar.
A través de la ventana vemos cómo juegan y se pelean unos niños; vemos a esa pareja de ancianos que hace el mismo paseo todos los días; a ese chico que vuelve de la facultad o al repartidor que entrega sus pedidos. Solo hay que saber mirar lo que la calle ofrece a nuestra vista y disfrutarlo. Desde la ventana podemos vivir e imaginar todas las historias y dejar que impregnen nuestro ánimo como más nos apetezca. En realidad, somos los dueños del argumento. Me acuerdo ahora de la impresionante película de Alfred Hitchcock: "La ventana indiscreta"
A pesar de que antes decía que la ventana nos permite vivir historias sin participar en ellas, sin embargo, esto no es del todo cierto, porque desde el mismo momento en que asomamos nuestra cabeza a la calle, comenzamos a formar parte del paisaje. Nos convertimos en actores de la misma película. En realidad, solo mirando a través de los visillos podemos disfrutar de la película sin participar en la escena. Son entonces las cortinas las que formando parte del atrezzo con su personalidad, participan en el espectáculo.
Pero bueno, eso será cierto siempre que las cortinas tengan alguna personalidad y que no den nada más interesante por la tele.
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